Tiene una amplia gama de aplicaciones, desde servir como combustible para vehículos de pila de combustible hasta su uso en la generación de electricidad y calefacción. Además, también se emplea como materia prima en diversos procesos industriales, como la fabricación de amoníaco y en refinerías.

Sí, es seguro cuando se maneja y almacena adecuadamente. De hecho, las tecnologías y protocolos para su uso están bien establecidos y, además, continuamente se desarrollan para mejorar la seguridad. Por lo tanto, como cualquier combustible, requiere precauciones específicas, pero con las medidas correctas, su uso es tan seguro como el de otros combustibles convencionales.

Es clave para la descarbonización de sectores difíciles de electrificar, como la industria pesada y el transporte de larga distancia. Además, permite almacenar energía renovable a largo plazo, facilitando así la gestión de la variabilidad en la producción de energía solar y eólica y, por lo tanto, contribuyendo a la estabilidad de la red eléctrica.

Su adopción se fomenta mediante políticas gubernamentales, incentivos económicos y colaboraciones público-privadas. Además, la inversión en investigación y desarrollo es crucial para mejorar la eficiencia y reducir los costos, haciendo del hidrógeno verde una opción más viable y competitiva.